Por Arnaldo Canales
Director Ejecutivo Fundación Liderazgo Chile (FLICH).
Impulsor de la Ley de Educación Emocional en Chile.
Magister en Educación emocional y Máster en neurociencia aplicada
Arnaldo Canales, director de la ONG Liderazgo Chile e impulsor de la Ley de Educación Emocional, presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires el cuento “El zorro y el colibrí, una montaña de emociones”.
A todos nos preocupa la frecuencia con la que vemos en las noticias el aumento de casos de violencia, ya sea entre estudiantes, en una fiesta, en un centro recreacional, dentro de los hogares, etc. La pregunta es ¿Qué hacer como madres y padres para que estos casos no se den en nuestros hogares, con nuestros hijos o seres cercanos? Aquí, lo que debe estar a la base es precisamente la Educación Emocional.
Es esencial entender que la Educación Emocional de los niños y jóvenes inicia mucho antes que nazcan, es decir 20 años antes, con sus futuros padres. Los delincuentes de hoy fueron niños alguna vez, y en muchos casos crecieron en entornos carentes de afecto, comprensión, drogas, pobreza, es decir, riesgos psico sociales. Siendo padre, puedo asegurar que educar y criar no es una tarea fácil y se dificulta aún más cuando nuestra infancia no fue la mejor, como suelen decir “la historia se repite”. Es por esto, la importancia de construir relaciones significativas y respetuosas para desarrollar la empatía, y para esto debemos regular, validar y legitimar nuestro mundo emocional. Pero ¿cómo abordamos con nuestros hijos e hijas temas como la violencia que vive la sociedad hoy?
Uno de los elementos que aborda la Educación Emocional, desde las competencias emocionales, es el trabajo para la toma de conciencia de un joven y que ésta sea de forma sistemática, continúa y permanente desde su pensamiento crítico.
Todos los ramales que están vinculados al mundo de la violencia nacen desde una desregulación de una emoción tan importante como es la rabia. Tenemos que dejar que los niños expresen los que sienten y debemos entender como padres que las emociones son parte importante de nuestro desarrollo integral como seres humanos.
Afrontarla desde la familia: La importancia de la educación emocional temprana
La violencia muchas veces es un reflejo de lo que no se ha resuelto en la propia infancia. Si nadie nos enseñó cómo reconocer nuestras emociones, enfrentamos una gran desventaja al interactuar con la sociedad.
Las investigaciones indican que el 30% de la formación de valores ocurría durante las comidas familiares y actividades conjuntas. Hoy, los celulares, tablets y redes sociales interrumpen esa calidad de presencia que antes existía. Es imperativo que, como familias, busquemos y cultivemos esos momentos de conexión genuina, ya que son fundamentales para el desarrollo emocional saludable de los niños y jóvenes. Un concepto clave que trabajo es el de “ADN Emocional”, ya que como padres y madres debemos estar Accesibles, Disponibles y con un Nexo Emocional para con nuestros hijos. No sirve de nada almorzar todos juntos un domingo si todos estarán mirando sus celulares, o bien decirles a nuestros hijos que queremos conversar con ellos, pero no soltamos el celular de la mano y tampoco generamos contacto visual con nuestros hijos. El que nuestros hijos respondan con monosílabos es responsabilidad de nosotros como padres ya que no hemos sido capaces de generar los espacios para que ellos sepan que pueden hablar con nosotros y contarnos lo que les sucede en cualquier momento.
Es crucial educar a nuestros hijos sobre la importancia de resolver conflictos de manera pacífica, desde el dialogo y enseñarles habilidades para regular sus emociones y relaciones de forma saludable.
Recomendaciones para hablar con nuestros hijos de violencia:
Desde muy pequeños, enseñarles sobre la empatía, respeto y la importancia de tratar bien a las personas.
Como padres, hay que recordar que somos el ejemplo a seguir para ellos. Por lo que nuestros problemas o conflictos debemos resolverlos regulándonos emocionalmente. Siempre somos observados por nuestros hijos.
Debemos generar un ambiente donde tus hijos se sientan seguros para hablar sobre sus problemas sin temor a ser juzgados. No quieren jueces, quieren apoyo y contención.
Ayudarlos a identificar y expresar sus emociones de manera apropiada. Enseñarles que no hay emociones buenas o malas, positivas o negativas, todas nos quieren dar un mensaje y debemos identificarlas, ponerles nombre, regularlas y validarlas.
Finalmente, debemos explicarles las consecuencias de la violencia y cómo puede afectar a todos los involucrados. Con el cuidado de utilizar ejemplos concretos y apropiados para su edad.
Algunas señales que nuestros hijos pueden ser víctima de violencia son:
Los niños y jóvenes víctimas de violencia pueden sufrir ansiedad, depresión y trastornos postraumáticos.
Puede llevarlos a aislamiento social, temor desmesurado y desconfianza.
Las lesiones físicas son una consecuencia directa de violencia, en ocasiones prefieren utilizar ropas anchas para ocultar las marcas.
La violencia tiende a perpetuarse si no se interviene adecuadamente, es esencial contar con apoyo de profesionales.
A modo de conclusión, hablar con nuestros hijos sobre la violencia es, en esencia, un acto de amor profundo y de protección. En un mundo donde las noticias diarias pueden llenarnos de preocupación, es crucial que nuestros hogares sean refugios de paz, entendimiento y compasión.
Cada vez que dedicamos tiempo a estas conversaciones, estamos construyendo seres humanos con mayor empatía y respeto. Les mostramos a nuestros hijos que la fuerza no está en los golpes, sino en la capacidad de escuchar, comprender y respetar. Solo así podremos entre todos contribuir a una mejor sociedad.